Prehistoria – hombre

No tengo Dios pero sí mi mente y mi imaginación. Un deseo acucioso, un hambre infernal y un miedo atávico, dan estructura a mis instintos. La experiencia más parecida a Dios se produce cuando represento en la piedra, plana e imperecedera, mis ideas y anhelos, cuando dibujo para conocer, visualizar mejor mis deseos. El propósito es poder plantarme delante y hacer que lo que quiero me obedezca, se produzca. Pinto para precisar a ese bisonte de carne sabrosa que me dio tanto goce en el paladar, tanto bienestar en la panza. Quiero a ese animal y entreno mi memoria para que recuerde su tamaño, su peso, sus colores, su forma, su ferocidad. Sé que va a volver a pasar por estos predios, lo sé como sé cada amanecer, y estaré listo y habré estudiado su muerte para darle nueva satisfacción a mis sentidos. Volver a la prehistoria por propia voluntad supone abandonarse a la urgencia vital y prescindir del hambre intelectual. Si no hay Idea no hay inquietud.

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